lunes, 1 de abril de 2019

Sufro ergo sum




Seamos sinceros, nuestro dolor emocional solo es consecuencia de nuestra perspectiva sobre el mismo. Tenemos la capacidad de decidir nuestro nivel de aflicción...aunque resulte complicado. Mantener la cabeza y el alma serena no parece una cualidad propia del ser humano, y sin embargo, no dejo de pensar que la única posibilidad de conseguir vivir en paz con uno mismo es de ese modo.
Cuando alguien nos hace daño nos preguntamos por qué. Nos enzarzamos en una lucha interna para intentar descubrir cómo dejamos que pasase. Lo hacemos para poder comprender el ataque del otro. Nos culpamos continuamente sobre el daño que dejamos que nos hiciesen como si pudiésemos controlar la acción de los demás. Lo cierto es que no podemos controlarla, pero sí nuestra respuesta. 
El agua pura e impasible de un lago puede ser perturbada por una pequeña piedra que cae, pero vuelve a su paz cuando la piedra se pierde en la oscuridad de su fondo. Lo mismo ocurre con nuestra mente y el pensamiento que nos turba. 
A veces, nosotros somos la piedra. Cada uno de nosotros en algún momento de su existencia ha causado dolor a alguien, no siempre voluntariamente, y por ello también nos culpamos. Y es que pensar una y otra vez en como deberíamos haber actuado, o en cómo deberían habernos tratado, en cómo vengarnos...deja a un lado una cuestión de mayor magnitud como es la cooperación al bien común. 
Debemos perdonarnos a nosotros mismos para poder avanzar, debemos aprender de nuestro paso por el mundo ¿Si no podemos controlar el mal que nos causan por qué sufrimos por él?
“Si no es algo que me genere paz, no me interesa.
Ya no estoy para guerras”.

M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario