sábado, 14 de diciembre de 2013

Si te vas, llévatelo todo.





Cuando entres a tu nueva casa, triste y vacía de sentimientos, dejarás tu maleta sobre la cama y la abrirás. Sacarás las que ahora son tus cosas y harás memoria por si has olvidado algo. Entonces creerás iluso que no lo has hecho. 

Es por ello por lo que te escribo esta carta que seguramente guardarás al fondo de la maleta que me ha hecho tanto daño. Cariño, yo te diré lo que has olvidado.
Has olvidado el armario donde tu ropa y la mía convivían mejor que nosotros mismos, permanece en él aún tu olor y mi ropa no deja de llorar.Es por ello que te pido, por favor, llévatelo, llévatelo todo.
Coge también la cama, ya no puedo dormir junto al hueco que en ella dejó tu cuerpo. No olvides tampoco la cocina, toda ella, pues ya nadie en esta casa cocinará con amor, ya no habrán desayunos acelerados ni quemaduras que al besar podamos curar. Y sobretodo cariño si te vas, no olvides coger de mí tu recuerdo…pues ya no lo quiero.

M.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Mapas.




Sentados el uno frente al otro. Sobre la mesa descansan dos tazas de café frío, el tuyo con leche y azúcar, el mío tan solo y amargo como yo. Evitábamos mirarnos, nuestros ojos se posaban en la oscuridad del café. Mis manos sobre mis rodillas, mientras las tuyas se repartían la tarea de sujetar la taza de café y mezclar éste con la leche, ayudado por una pequeña cucharilla, cuyo sonido al tocar la fina porcelana era el único que se creaba en aquella habitación. Nuestro mantel, un mapa del mundo que nunca conoceremos del todo, a una escala demasiado complicada como para intentar abordarla.

Antes cogía sin pensarlo un avión hasta tus ojos, el océano pacífico les tenía tanta envidia... pero otras veces, eras tú quien cruzabas desiertos con el único fin de conseguir robarme un beso. Siempre fuimos parte de un mismo mapa, destinados a tenernos lejos y a querernos cerca, compartiendo el deseo de volver a ser un solo continente.

Hoy la distancia no se mide en amor. Hoy ni siquiera hay valor para coger un avión. Yo ya no busco tus ojos tú ya no robas mis besos. Lo cierto es que hoy no podemos ni levantar la vista del café y mirar al otro lado de la mesa. Finalmente la distancia nos ha vencido porque incluso teniéndote cerca, te noto demasiado lejos.

M.



.......

Et il est parti 
Sous la pluie 
Sans une parole
Et moi j'ai pris
Ma tete dans ma main
Et j'ai pleure
.................
Se marchó 
Bajo la lluvia
Sin decir una palabra
Y puse
Mi cabeza en mis manos
Y lloré.

J.Prevet 

sábado, 26 de octubre de 2013

El chico que leía a George Orwell


Acababa de salir de aquel gran centro comercial empeñado en que pillase el primer catarro del año. Me había enfrascado en una búsqueda que resultó imposible. Aquella tarde busqué por todas las estanterías desordenadas de libros aquél que hacía días atrás había recordado y me había encaprichado en tener. Aquél que ya había leído tres veces pero que aún así necesitaba volver a tener entre mis manos, esta vez sabiendo que sería mío. Me entretuve moviendo de un lado a otro todos los libros pero aún buscándolo como quien busca aparcamiento en pleno centro no aparecía. En mi cabeza resonaba el autor y el título de aquel maravilloso clásico del siglo pasado; Rebelión en la Granja de George Orwell.
Estaba tan cansada de buscar que decidí preguntar a una joven rubia de gafas grandes que trabajaba allí. Siempre he odiado preguntar, para  los libros deben ser encontrados por aquél que se convertirá en su lector y el alma al que el autor guiará por unos instantes. La joven me dijo que no había ninguna edición de ese libro en concreto. 

Triste, salí de aquél centro comercial y comencé a pasear por las calles de mi ciudad, despacio, dejando pasar el tiempo, observando a la gente y a los coches que se amontonaban en los sonrojados semáforos de Gran Vía. Llegué a la parada de autobús, y esperé tan sólo unos minutos hasta que éste,aunque impuntual, llegase. No había sitio libre así que me tocaría un trayecto de media hora de pie. Tras dos paradas vi montarse en el autobús a un joven alto que llevaba entre sus manos un libro de George Orwell, una recopilación de sus obras completas. Me quedé mirando un instante aquel libro que ojeaba cuando el movimiento del autobús, y la incomodidad de estar de pie le dejaban. Me pareció realmente sorprendente que tras varias semanas casi obsesionada con aquel autor, de repente y cuando todo mi plan de adquisición de ese libro parecía venirse abajo, apareciese aquel joven con él entre sus manos. Tal vez mi obsesión fuese fruto de un destino caprichoso que quería que me fijase en él, o tal vez fuese simplemente una casualidad de la que debía reirme. Fuese como fuese, no pude evitar acercarme a aquel joven.


- ¿Sabes qué? algunos dicen que Orwell era incapaz de sonarse la nariz sin moralizar sobre las condiciones de la industria de fabricación de pañuelos.

Y fue entre risas, conversaciones ajenas banales, y  un movimiento cesante e incómodo del balanceo del autobús, en el que di gracias al destino por mi nueva obsesión y en el que empecé a conocer al chico que leía a George Orwell. 


M.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Si me hubieses dejado...



Si me hubieses dejado, podría haberte mostrado el lado olvidado de un mundo apasionado.
Si me hubieses dejado, podría haberte enseñado que arde más el hielo que un fuego avivado.

Que es el cielo un invento de la Iglesia, y el infierno este mundo sin tu presencia.
Que es el día donde habita el amor mundano, y la noche donde lo hace el olvidado.

Que no es lo mismo cambiarle el nombre al clavo, que empujarlo con otro más pesado.
Que es lo mismo ser de unos labios la miel, a el hueco que hay bajo tu piel.

Ni es lo mismo estar enamorado,
 a estar simplemente de paso.


Si me hubieses dejado... definitivamente podría haberte enamorado.


M.